sábado, 13 de agosto de 2011

Hablemos de política

Hace unos días alguien hablaba de las elecciones congresuales y justificaba todas las fullerías del partido ganador diciendo que “esa es la política: la lucha por el poder”. Incluso, recalcó: “No me hablen de ética, ni de moral”.

Y siendo ésta una de las ciencias sociales más importante para la humanidad, yo me pregunto: ¿cuál puede ser el destino de un país, si sus políticos no tienen buenos valores éticos y morales? La respuesta es el ejemplo vivo de lo que es nuestro país. Sin embargo, me voy a tomar la molestia de aquí demostrar lo que realmente es la política, y lo que es una verdaderamente sana.

Etimológicamente –y para los griegos- la palabra proviene del latín “politikós” que significa “ciudadano, civil”, pero no cualquier ciudadano, sino aquellos que se interesaban por los asuntos del Estado, por el “ordenamiento de la ciudad”.

Quien hablaba de “lucha por el poder” no se equivocó del todo, ya que esta es una característica. Pero si política fuera un árbol, entonces el poder fuese una rama. Es aquí que comienza la lección real de lo que es esta ciencia.

Los políticos clásicos romanos hablaban de una virtud cívica, una teoría de la justicia y la igualdad sumida en el derecho natural y en una forma de gobierno mixto. Opta más por la moral que por la ética a diferencia de los griegos. Lo que los llevaba hacia un republicanismo que comenzó –dicen muchos historiadores- con Marco Tulio Cicerón.

Para los juristas contemporáneos las palabras “poder”, “competencia”, “seguridad” y “leyes” ya eran imprescindibles en la política. Hobbes se inclinó mucho por los principales entes de la discordia, mientras que Rousseau fue más optimista y mantuvo entre sus estándares la “moral”, pero Locke, con su liberalismo, supo unir ambas cuestiones: “ética y moral”. Precisamente lo que hoy en día hace más falta y muchos creen que no existe en la política.

Y ahora aterrizamos en la realidad moderna, donde por un lado vemos cómo países sub-desarrollados mantienen una política neoliberal, refiriéndose a sus políticos como si fueran deidades, alabándolos y enalteciendo su figura, cuando en realidad lo que debemos hacer es respetarlos, pero exigiéndole. Para exigir no hay que descalificar ni ofender.

La política en países desarrollados, cuentan con reformas: de salud, educación, económicas y legislativas. La última reforma que tuvimos en el país fue a la Constitución y ya sabemos cuantas van, antes de eso fue una fiscal (más impuestos). Mientras tanto, la Ley de Información y Libre Expresión del Pensamiento creada en 1963, yace obsoleta, sin modificaciones. La última reforma agraria fue en 1973 hace más de 25 años. Ni siquiera se habla de una nueva, tampoco de una en salud o educación. Y por esas razones no podemos hacer crecer la producción nacional y depender menos de lo extranjero.

Resulta que copiamos la forma de vestir de todos lados, la última tecnología y queremos andar en el carro de último modelo. Pero cuando se trata de copiar algo provechoso para el país, como el sistema político, o la forma en que votamos o elegimos a los candidatos de los partidos, entonces no. En Estados Unidos el pueblo escoge a sus políticos de acuerdo su trayectoria y lo que digan en los debates (aunque los engañen). Aquí jamás se hacen debates entre candidatos de los partidos políticos, mucho menos entre esas organizaciones, no se toma en cuenta trayectoria política, sino más bien el dinero que trae y lo que promete dar de ese dinero.

Nuestros estadistas escogen la peor manera de hacer política, manteniendo al pueblo en la ignorancia y engañándole con miseras ayudas de solidaridad que salen de los altos impuestos que pagan. Además, asumen una posición de superioridad -tal vez por un complejo de inferioridad-, que junto a la ostentación y el abuso de poder son sus cartas de presentación.

Para esa ilusa justificación de lo que es política respondo: aquí no se hace política, sino politiquería. Y aquellos que siguen ese juego pregonando esa falacia son unos “idiotikós”.

viernes, 25 de marzo de 2011

Ponle nombre

Por Ariel Pérez Díaz

Hay mar que carga el saber,
De las lagunas vacías;
Hay mentes aborrecidas,
porque nada pueden ver.

Mi guerra comienza hoy,
contra esa que es maldita,
y resguardada en su convoy
el conocimiento evita.

Ese que bien la conoce,
Repudia toda existencia,
De esa que causa goce,
Sin cultura y sin ciencia.

Le llaman la bendición,
Encadena la conciencia,
no tiene sabiduría,
y mucho menos prudencia.

El sabio la vio de joven
Y la hizo eliminar.
El joven que no la ha visto,
No la debiera ignorar.

Hay que romper las barreras.
Hay que romper horizontes.
Hay que mirar a la prensa,
Con ojos de polizonte.

Con ella sacan buen provecho,
Disfrazando pesadillas.
Dejan a todos sin techo,
Manejando manecillas.

Asir el conocimiento,
Arrincona a esa bandida,
Ajedrez y pensamiento:
Doctrina para la vida.

miércoles, 23 de marzo de 2011

El gato encerrado

Luego de concluida la convención del PRD y que comenzaran las desacertadas declaraciones de Miguel Vargas Maldonado sobre un presunto fraude y la votación de miles de peledeístas, varias ideas arremetieron como “huracán que empuja las olas en tropel”.

En primer lugar, ha sido una auto-sentencia definitiva la que se ha propiciado inconscientemente Miguel Vargas, quien dejó en claro su inexperiencia política con un muy mal manejo de la información, que ha deslucido, además, su figura de manera irreparable. Le ha despejado el camino al partido de gobierno, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) -aquejado por sus propias indefiniciones internas en cuanto al candidato a la presidencia-,no sólo por la inmadurez que ha demostrado, sino también -como han expresado muchos- con su “pataleo dictatorial”, sobreponiendo sus intereses a los de más un millón de votantes.

Un breve recuento

Durante todo el proceso previo a la convención, Vargas Maldonado abarrotó las calles con vallas, y congestionó la televisión y la radio con anuncios, como si se tratara de una campaña por la presidencia. Mientras tanto, su compañero y precandidato rival daba muestras de seguridad con una tímida presencia en los medios. Esto enviaba un mensaje claro: Miguel Vargas no se sentía seguro de que fuera a ganar la convención.

No obstante, aún celebrándose las elecciones, Vargas Maldonado hizo declaraciones en las cuales se proclamaba él ganador y quebraba así el pacto que días antes había firmado con Hipólito por “el interés del partido”. Un pacto que todos sabíamos no era más que una pantalla para reunir a todos los perredeístas en las urnas.

Mucho más claro estuvo el triunfo de Hipólito Mejía horas antes de que se conociera el resultado en los boletines. Cuando Vargas convocó a una rueda de prensa exponiendo un fraude que es muy difícil de probar y que pudo ser ejecutado por cualquiera de los dos candidatos.  

La sospecha

Existen rumores de que Miguel Vargas tiene negocios con altas figuras del PLD. Uno de los más fuertes es que la maquinaria que se está utilizando en la construcción del Metro de Santo Domingo es de su propiedad. Además, una fuente me explicó, extraoficialmente, que la licitación para toda la infraestructura eléctrica de la nueva plaza Blue Mall la había ganado legalmente una empresa, pero Vargas decidió entregarla a la compañía de quien fuera vicepresidente de la CDEEE, Radhamés Segura.

Ambos rumores denotan una conexión entre Miguel y personalidades del PLD, lo cual deja entre líneas que por debajo de la mesa existen conversaciones mucho más profundas.

La llave para el gato

Si bien es cierto que Vargas Maldonado cometió muchos errores con sus declaraciones y con el espectáculo que viene ofreciendo desde antes que proclamaran ganador a Mejía, tenía o quizás tiene todavía una salida que a largo plazo podría darle muchos puntos.

Con solo sentarse a negociar con Hipólito sobre el futuro del partido y las elecciones del próximo año, las cosas hubiesen tomado otro rumbo. Podría haber negociado su postulación para la vicepresidencia de la República, acompañando la candidatura a la presidencia de Mejía, con lo cual no sólo mantendría unificado al partido, sino que también estaría dando muestras de sensatez, y de que tienen un interés real en la unidad del partido. Y de llegar el Partido Revolucionario Dominicano al gobierno en el 2012, ayudar a Hipólito Mejía en su gobierno como “vice” también le generaría el aplauso entre los simpatizantes de Mejía.

Pero hay más: un vicepresidente puede tener mucha más influencia que cualquier ministro, y un buen trabajo, además del renombre internacional, podrían ayudarlo a consolidar una imagen favorable hacia una posible candidatura para las elecciones del 2016.